Alberto Tiberio Fernandez dejó el poder del imperio Argento Romano con
una alta inflación y un aumento en los índices de pobreza. No tenía ni circo
para mostrar. A pesar de haber ganado el mundial de Gladiadores, en el torneo interno los luchadores peleaban con espadas de madera y combatían en la
arena en competencias múltiples de 30 equipos que nadie entendía muy bien.
Hasta las bestias traídas de Africa estaban flacas. Por lo tanto, tras su deceso (falleció de
amargura y tristeza cantando canciones de Litto Nebbia con un arpa vieja), asumió
como Cesar: Calígula Milei.
A Milei le decían Calígula pues de pequeño le ponían unas botitas militares llamadas caligae para acompañar a su padre, Friedrich Hayek Germánico, quien combatía a las huestes bárbaras del Comunismo y el Keynesianismo que empezaban a llegar de oriente con las espadas del neoliberalismo y las fuerzas de las viejas deidades grecolatinas apodadas “fuerzas del cielo”.
La teoría de Calígula
Milei era que los problemas del Imperio se debían a la casta política que
gobernaba desde la época de Julio Cesar y que había transformado a Roma de potencia
mundial a un Imperio que podría perder su poder frente a potencias como los
Dacios, los Britanos o los sasánidas. Proponía para ello la Aurerización, la
adoptación de la moneda llamada Áureo y que Roma no imprimiera denarios.
Calígula Milei quería volver a los tiempos del Emperador Augusto, la convertibilidad (un denario -un gramo de oro), donde se
podía viajar barato a las playas de Hispania, o a Cártago o traer dos televisores de
Egipto para ver las películas de sus antiguos faraones.
Apenas asumido quiso resolver el problema de la pobreza y la inflación
con un super decreto para disminuir el déficit fiscal del imperio, bajar la
inflación y desregular la economía del imperio abriendo la misma a los
capitales del mundo.
El pueblo aplaudió las medidas aún sin entenderlas muy bien, dado no
conocían los números arábigos y todavía hacían sus cuentas en números romanos.
Pensaban que el circo volvería a su esplendor, cobrarían en moneda áurea, podrían
negociar en el mercado de valores de Roma y que los costos lo pagarían la
casta: un grupo de personas que gobernaban desde el senado y que, con sus
gastos, favorecían la pauperización de todo el imperio pagándole a bárbaros
planes sociales para que no invadan su territorio.
Sin embargo, ese decreto favorecía a los grupos económicos más ricos y poderosos: a la oligarquía, a los generales del ejército, a financistas y a algunos sectores del senado que coparon su gabinete apenas había asumido. Ellos podrían exportar e importar lo que quieran, lavar sus activos, pagar menos impuestos, tener mas esclavos y especular en el mercado; mercado que ya habia sido criticado por Jesus Grabois y le costó la crucifixión (transmitida en vivo en la TV pública).
El pueblo sufrió una devaluación del denario y el sestercio, los alimentos aumentaron, se hizo un recorte sobre el circo y las artes, aumentaba el precio de las bigas y trirremes para transportarse a sus trabajos, habría levas masivas para ir a combatir a los britanos y los esclavos comerían solo una vez al día (tendrían que elegir entre almuerzo o cena). Un trabajador libre podía pasar a esclavo sin que él se de cuenta de su cambio de condición. Eran medidas que ya se habían tomado en viejos gobiernos y había generado conflictos como entre los optimates y populares o en el levantamiento de Espartaco.
Para el emperador todo este sacrificio redundaría en una mejora de los números fiscales y el enriquecimiento general en aproximadamente 2 años.
La reacción popular fue intensa, hubo una rebelión general, aún a
pesar de que algunos seguían pensando que el recorte era necesario por algún
motivo mítico, dado que Calígula Milei les hacía recordar al Dios Júpiter, con
su cabellera arremolinada matando serpientes y monstruos. Además, la relación de
amor casi incestuosa de Calígula Milei con su hermana Agripina, les hacía
acordar al mítico origen de Roma de dos hermanos alimentados por una loba.
Aunque otros afirmaban que ambos también vivieron en algún momento de la teta
de una loba romana, de la teta del estado.
Calígula Milei envió el decreto al senado, confiando que dicho
organismo se lo aprobaría. Sin embargo, viendo que el decreto nos los favorecía
en algunos puntos, otros visualizando que Calígula Milei se transformaba en un
tirano que pisoteaba el poder del senado si no se trataba las medidas como leyes consensuadas, algunos otros solo por oportunismo, pero la mayoría por temor a la reacción social, los senadores rechazaron el decreto.
Fastidiado y colérico, en un rapto de locura, Calígula Milei hizo
un acto que nadie esperaba. Nombró jefe del senado a uno de sus perros clonados
de una mascota original ya fallecida llamada Conan. Trasladó a dicho animal al senado. Tras un
discurso de varios minutos llevó a Conan al estrado principal y le dio poderes
absolutos para aprobar y derogar leyes y decretos. El "dogo" no entendía nada, solo lamía sus partes íntimas con la lengua y miraba a la gente con esperanza de que alguno le de algun alimento para cachorros.
El senado, escandalizado, protestó la medida. Hubo gritos y forcejeos. El pueblo salió a la
calle y una revuelta generalizada sacó a Calígula del poder. Calígula
Milei fue retirado del congreso y llevado a un canal de televisión llamado La Nación. Allí fue
atado y lo dejaron hablando sobre ideología libertaria con un grupo de acólitos
que no sabían aplaudirlo sino activando corazones por redes sociales.
El senado eligió un nuevo Cesar llamado Claudio. Claudio volvió a
las viejas medidas que tanto tranquilizaban a la sociedad: circo, algo de pan,
diezmos y tributos accesibles, cierta esperanza mezclada con frustración y sacrificios bélicos en el extranjero un poco más
razonables que los que ofrecía Calígula Milei. Todo un poco mas normal. Aunque hubo luego buenos administradores como Trajano, Adriano o Marco Aurelio, en pocos años asumirían
otros emperadores locos como Nerón, Decébalo o Cómodo. Así hasta la destrucción
final del Imperio en el año 476.