lunes, 18 de abril de 2011

El Hombre Gris



La tarde iba muriendo sobre la Ciudad de Buenos Aires y la oscuridad iba ganando territorio sobre la luz de forma lenta y progresiva. La ciudad se iba iluminando artificialmente y sus avenidas comenzaban a reflejar el brillo de la noche. Sobre ese pavimento, Michel Foucault, desdibujaba su destino rodando sobre su auto en movimiento. Sin embargo, harto de la determinación y el poderío impuesto por los semáforos en rojo, decide atravesar las líneas de prohibición evitando respetar estas señales de control.
Luego de infringir varios semáforos es perseguido y arrestado por la policía federal:

Foucault: "¿¡Porqué me detienen!? No he transgredido la ley, he destruido el concepto social de verdad y he triunfado contra los condicionamientos que existen sobre hombre.
Policía: "Ah... Michel Foucault... Veo que tiene varias contravenciones y muchos delitos en su cuenta... Liberó a unos locos de sus neuropsiquiátricos, ayudó a escapar a unos presos de la cárcel... Sus días de delito se detienen aquí"
Foucault: "Policías... Instrumentos del poderío gubernamental, partes del control estatal, construcción de la estructura social sobre el ser que impone sus condicionamientos y determinismos para controlar, reprimir y dominar... No entienden nada, se piensan sujetos independientes de toda determinación y son tan oprimidos como yo. ¡Tengo derecho a trasgredir los límites que me impone la sociedad pues la historia es un terreno de lucha donde no existe la verdad absoluta, ni siquiera nosotros mismos somos reales!"
Policía (transmitiendo en handy): "Central... Tengo un sujeto, individuo caucásico, extranjero, presumiblemente alcoholizado y con efectos secundarios por ingestión de estupefacientes... envíe un móvil para su detención pues se presenta en clara rebeldía con la autoridad... cambio."
Foucault: "Yo sujeto, ustedes autoridad. Observen como juegan los conceptos de poder y las fronteras de su retórica. Las imposiciones lingüísticas que obstaculizan su aparato conceptual y su dialéctica. El poder los ha convencido a tal punto que creen que el rojo es el símbolo cromático para detenerse, que con el amarillo hay que ser cautos y que el verde es la señal para avanzar. Legitiman una idea impuesta bajo el amparo de su supuesta racionalidad, esa verdad aparente que dicta que estos colores significan algo, que se llaman así e incluso que existen ¡Basta! ¡El hombre ha muerto! Hay que comenzar a analizar el porqué somos como somos y no porqué soy como soy.
Policía: "¿Hay un hombre muerto? ¿Usted ha matado a alguien? ¿Reconoce un asesinato...?"
Foucault: "No... la estructura, los infinitos factores que movilizan y limitan las acciones del hombre en sociedad hacen imposible el análisis del mismo como individuo libre e independiente. Dios ha muerto... también lo ha hecho el hombre".
Policía: "Central... agreguen personal psiquiátrico y unidad de bomba... También peritos criminales. El detenido alega haber asesinado a un hombre, quizás un cura y como nombró una estructura, tal vez haya puesto una bomba. Esto puede ser grave..."
Foucault: "¡No! ¡No!"

Agobiado por la extraña discusión con el personal policial, Michel sufre un ataque de ira. Transpira, grita y destruye parte de su indumentaria. Procesos naturales y químicos en su morfología corporal incrementan la musculatura y la dimensión de Michel. Los policías, testigos y curiosos se sorprenden primero y, acto seguido, inician la huida. Michel, transformado en el "Hombre Gris", destruye estructuras, monumentos históricos que recordaban a individuos como si fueran los responsables directos de sus hazañas sin tener en cuentan la multiplicidad de los hechos históricos, pisotea autos patrulleros (símbolos del control policial), rompe ambulancias y finalmente... se detiene frente al semáforo, ese símbolo criminal que coarta su libertad: lo observa detalladamente y en una acción de fuerza desmedida destruye la señal lumínica de tránsito. Cuando estaba a punto de destruir la casa de gobierno, ante la impotencia del ejército para detenerlo, es interrumpido por Jean Paul Sartre quien le indica que se estaban vendiendo copias piratas de sus libros en parque Rivadavia. Foucault decide cambiar de rumbo pero se hunde en el barro de la multiplicidad de la historia y sus hechos, donde queda solidificado.
El gobierno decide hacerle un monumento a Foucault para recordar la cantidad de conceptos teóricos vertidos por el mismo y, para ahorrar en gastos, usa el cuerpo embarrado del filósofo que hoy es contemplado en Plaza Martín Fierro donde muchas veces cumple la función de segundo palo de un arco en los "picaditos" de fútbol de los pibes barrio.

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