sábado, 13 de febrero de 2010

LA GUERRILLA DE LAS GALAXIAS



En 1890 un grupo radicalizado conformado por viejos caudillos de la política nacional y nuevas fuerzas jóvenes de la misma, se unieron para combatir a las supuestas fuerzas del mal, el P.A.N., el Partido Autonomista Nacional, liderados por un ser de poderes sobrenaturales, Julio Argentino Roca y su edecán, Juarez Celman, quienes guiaban los hilos del poder en base a su secta religiosa llamada "Unicato".
Montados en sus naves espaciales con armamento sofisticado habían destruido a los indígenas del planeta patagónico, habían concentrado el poder sobre los restos de los viejos militantes de antiguos caciques federales devenidos de las estructuras rosistas y confederadas del interior y, finalmente, habían derrotado a una galaxia pequeña pero de enormes potenciales llamada Paraguay aliándose con constelaciones extranjeras.
Pero en el año mencionado, tres jóvenes guerreros, que se habían entrenado en las artes bélicas dentro del mismo partido conservador, se rebelaron contra sus líderes y la concentración de poder político. Eran Leandro Alem, Hipólito Yrigoyen y Aristóbulo del Valle. Con apoyo del ambicioso Bartolomé Mitre, un ser que en la antigüedad poseía gran poderío pero, montado en una estrella que ingresaba en una decadente supernova, su luz iba menguando lentamente e intentaba aprovechar los últimos restos de energía vital. Sin embargo...
Noche de Buenos Aires, la ciudad se ve incendiada, destruida. Naves voladoras, robot´s gigantes, androides armados, rumiantes semitecnológicos con órganos biónicos, soldados mecanizados enmascarados combaten por las calles. En medio de ese escenario se vislumbra el final:
L. Alem: "Ya tenemos a nuestros enemigos acorralados, nos quedan pocas energías, pero tenemos el suficiente tiempo como para derrotarlos".
A. Del Valle: "Señor, lamento decirle que las fuerzas del General Uriburu que nos debían apoyar se rindieron e Hipólito Yrigoyen está negociando con los enemigos para permitir una rendición honrosa. Y lo peor... un corredor nos informa que Bartolomé Mitre ha negociado una salida diplomática a cambio de cargos para sus androides y la posibilidad de nuevos negocios".
L. Alem: "Esto es inaudito... tenemos la batalla en nuestras manos! Llame inmediatamente a Don Hipólito! Teníamos la victoria de la revolución en nuestras manos... el camino hacia la democracia total...
(Llega corriendo Hipólito, acompañado por el robot Arturito, quien avanza lentamente detrás de él y lleva consigo una mochila con ropa y un rifle. Hipólito se presenta, nervioso pero sin temor, ante Alem)
L. Alem: "Yo no te puedo creer, Hipólito... se me dieron vuelta todos, pero mas me entristece que vos me dejes a un lado y abandones la lucha".
Hipólito: "Don Alem, a pesar de nuestro esfuerzo, la retirada de Mitre y la derrota de Uriburu, quien seguramente nos volverá a traicionar, nos hubieran derrotado igual. Yo quiero ver a futuros dirigentes dispuestos a combatir nuevamente pero no mártires".
L. Alem: "No te entiendo, la oportunidad de originar un cambio es ahora... Te tengo algo que decir. Hipólito... Yo soy tu tío!".
-La cara de asombro de Hipólito es impresionante, estuvo siempre al lado de su tío, un ser de su misma sangre y jamás se había percatado de este importante detalle. En medio de los rayos y explosiones cada vez mas cercanos en la noche porteña, la escena se transforma en un micromundo único y particular de silencio y sorpresa. De repente, una bomba estalla y rompe algunas de las partes del robot "Arturito". Acto seguido, Leandro N. Alem toma un lanzallamas y lo prende fuego hasta que queda totalmente fundido-
Hipólito Yrigoyen: "Porqué lo destruiste!? Se podía arreglar... Todavía servía..."
L. Alem: "Ya está Hipólito, que se rompa pero que no se doble".

El Partido Radical fue derrotado, pero por las negociaciones de Hipólito Yrigoyen sobrevivió. Sin embargo, pronto Don Hipólito se colocaría una máscara, un traje negro, una capa del mismo color y con una particular respiración sonora emitiéndose por su boca, se pasaría al lado oscuro defendido por un conjunto de soldados enmascarados y acorazados de color blanco. Destruiría las galaxias de los anarquistas de la Patagonia, el satélite de los hacheros del Chaco y a los anillos de asteroides de los Obreros de la huelga de Vassena. Aunque se quitaba la máscara como, por ejemplo, al realizar la reforma universitaria. Sus herederos no hicieron muchas mejores cosas, aunque algunos lo intentaron, y el Radicalismo sobrevivió a base de constantes mutaciones entre las fuerzas del bien y el lado oscuro.
Mientras que Leandro N. Alem se tomó un batiscafo y vivió en las profundidades del mar, recolectando Tribolites aún no extintos para venderlos a museos de Europa como fósiles prehistóricos. Y como se guardó el microchip de memoria del robot esclavo "Arturito", construyó otro con restos de piedras, coco, algas submarinas y madera, y gracias a los avances tecnólogicos le colocó equipo de TV, aire acondicionado, DVD e internet. Gracias a la red, Don Leandro N. Alem nos envió su historia por mail desde las islas Canarias para que su memoria perviva en el tiempo.

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