Frodo Volodymyr vivía una existencia apacible en la Comarca ucraniana, una tierra de suaves colinas y vastos campos dorados. De día, él y sus vecinos recolectaban trigo, extraían gas y buscaban minerales en las riberas del Dnieper; de noche, se reunían en animadas fiestas donde la comida abundaba, el hidromiel corría como ríos y el sonido de las danzas llenaba el aire. La vida era sencilla y plena, hasta que un día todo cambió.
Frodo Volodymyr fue a visitar a su viejo amigo Bilbo, quien, con manos temblorosas, le entregó un anillo brillante y frío al tacto. "Guárdalo tú", le susurró Bilbo, agotado. "Su poder se ha descontrolado en mí". Pero apenas lo tomó, una voz oscura, susurrante en ruso, resonó en su mente, urgiéndole a llevarlo a Mordor Moscú, a las torres sombrías del Kremlin.
Días después, el Mago Gandalf Biden el Gris llegó a la Comarca en una visita inesperada. Sus ojos, nublados por la edad, aún destellaban sabiduría. "Ese anillo es peligroso", advirtió. "Debes llevarlo a los volcanes del Donbás y destruirlo en sus fuegos. Solo así se romperá su maldición". Ese anillo tenia el poder de dominar al mundo, creado hace cientos de años por Iván el Terrible, y quería volver a su dueño creador.
Pero el camino no sería fácil: las tierras del Donbás estaban infestadas de orcos de habla rusa, criaturas brutales al servicio de un poder lejano.
Frodo Volodymyr, acompañado por su fiel amigo Sam y un grupo de valientes hobbits, se armó con espadas, escudos y artefactos explosivos que Gandalf Biden les proveyó desde las lejanas tierras del Occidente. Así comenzaron su travesía. Durante meses, avanzaron entre emboscadas, dejando tras de sí un rastro de orcos caídos y aldeas devastadas, mientras eran seguidos de cerca por Elon Musk Gollum y sus satélites Starlink, un ser retorcido y astuto. Antaño un hobbit, Elon Gollum había sido corrompido por el anillo, que Bilbo le arrebató tiempo atrás en un acto de audacia.
Desde el Mordor de Moscú, Sauron Putin, el Señor Oscuro, percibió el movimiento del anillo acercándose a sus fronteras. Con un rugido de furia, envió a sus orcos guerreros y a los temidos Uruk-hai para reclamarlo. Sus huestes invadieron la Comarca ucraniana, arrasando campos y aldeas con una ferocidad implacable.
Los hobbits no podían enfrentar solos a tan vasto enemigo. Desde la Eurozona, los elfos respondieron al llamado: Aragorn de Alemania, un líder de temple férreo; Legolas de Francia, maestro de arcos y drones explosivos; y Gimli del Reino Unido, estratega de tanques y fortificaciones. Unidos, resistieron el asedio en el Abismo de Helm, en las murallas de Kyiv. Pero en Bakhmut, los Uruk-hai de las fuerzas Wagner los derrotaron tras una batalla brutal, dejando la tierra marcada por la sangre y el fuego. A pesar de ello los aliados seguían aguantando la ofensiva.
Mientras tanto, Frodo Volodymyr y Sam avanzaban hacia el Donbás, atravesando pantanos fétidos y campos de antiguas batallas de la Segunda Guerra Mundial, acosados por las fuerzas aéreas Nazgûl y sus bombarderos alados. Gollum, que los seguía de cerca, cambió de bando inesperadamente, ofreciendo ayuda a cambio de liberarse de la atracción adictiva hacia el anillo. Juntos llegaron al volcán, donde el anillo debía ser destruido.
Pero en el borde del abismo del volcán, Frodo Volodymyr vaciló. El poder del anillo lo seducía, prometiéndole fuerza para salvar su pueblo. En un instante de caos, Elon Gollum se abalanzó, arrancándole el anillo de las manos y huyendo hacia territorio ruso. Su traición quedó al descubierto: siempre había sido un espía al servicio de la antigua KGB.
En Mordor Moscú, Sauron Putin lo recibió con honores, junto a Donald Trump Saruman, el nuevo presidente de Magos Unidos, quien había derrotado a Gandalf Biden en unas elecciones marcadas por el olvido del viejo mago, perdido en las brumas del Alzheimer. Sauron deslizó el anillo en su dedo, y con un destello cegador, el poder de la antigua URSS y los zares rusos renació en él. A Elon Gollum, como recompensa, le otorgaron una empresa de litio, un ministerio en los Magos Unidos y un título nobiliario entre los suyos.
Frodo Volodymyr, derrotado, viajó al corazón de la Tierra Media, a Washington Isengard, para suplicar a Saruman armas y apoyo económico. Pero fue humillado públicamente por perder el anillo y los millones de dólares que Occidente había invertido en su lucha. Además, le exigieron las tierras ricas en minerales raros de la Comarca como pago por las deudas.
Los orcos y Uruk-hai, al final, recuperaron sus formas humanoides normales. No eran más que seres comunes, trabajadores, enviados a la guerra al igual que los humanos, hobbits, elfos y enanos del otro bando, atrapados todos en un ciclo de ambición y tragedia.
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