miércoles, 2 de diciembre de 2009

Cuentos de Guerra (Por F. Apo) "Trafalgar"



"De chiquilín te miraba de afuera, como esas cosas que nunca se alcanzan..." le decía el Almirante Nelson a sus amigos Santos Discépolo y Homero Manzi en un bar de Boedo. Ese Nelson que veía a los grandes buques zarpar hacia alta mar en busca de vaya a saber que fantásticas aventuras. Cuando caía la noche el joven Nelson jugaba con sus naves de juguete e imaginaba ser el Capitán de la embarcación nodriza, recorrer el mundo y ganar en todos los campos de batalla.
Tal es así que su sueño se cumplió. Rodeado de maderas y hierro, con el sol ocultado por la inmensidad de las velas, era el gran jefe de la Armada Inglesa y se dirigía a jugar la gran final del mundo con sus archirrivales franceses. El espacio elegido... Trafalgar, año 1805. La Francia de Napoleón había sido apabullada varias veces por el gran almirante, pero hoy la cosa era diferente. Francia había adquirido varios integrantes del equipo Español y la cuestión se ponía turbia para Inglaterra. La derrota era sinónimo de invasión.
En la calma de la noche anterior al enfrentamiento, Nelson, que había perdido un ojo y un brazo jugando a la rugby también con los franceses, pensaba en su madre, en su esposa, en la tranquilidad del cielo y en el silencio nocturno, prefacio de un gran evento a producirse en el amanecer.
En la mañana, un masajista paraguayo le ofrece un tereré y una chipa, seguido por un jugo de frutas para evitar el escorbuto tan habitual en alta mar. Hace los movimientos previos y motiva a todos sus compañeros de equipo que lo observan con admiración. Por mas que se enfrenten ante el mismísimo Neptuno, ellos tenían fe ciega en su director técnico y gran capitán.
Al visualizar al equipo adversario, Nelson inmediatamente colocó a sus jugadores en una disposición táctica lineal. Debían reducir los espacios de la cancha para paliar su inferioridad numérica y cortar a las fuerzas por el medio campo, esquivando uno a uno con fuerza y entereza a los rivales. Los ingleses se conocían de memoria dado que ya habían combatido juntos contra franceses, españoles, otomanos, asiáticos y piratas de distintas nacionalidades.
Pero el empuje inglés fue arrollador. Los movimientos precisos y matemáticos del equipo, sumadas a la destreza y habilidad de Nelson, hicieron que Inglaterra ganara al combinado hispano-francés 2 a 0 en los primeros diez minutos con dos goles soberbios del Almirante Nelson. Uno de cabeza, esquinado al palo, inalcanzable y el segundo, luego de esquivar a dos defensores y tocándola de "sombrerito" ante el joven arquero español Baltasar Cisneros (que luego tendría un fugaz y fracasado paso por el fútbol argentino en 1810). Toques, golpes sorpresivos, inteligencia. Uno a uno los jugadores rivales se fueron aplastando. A los 30 minutos del segundo tiempo el partido era 3 a 1 y la fuerza franco-española estaba casi rendida.
Pero faltando solo diez minutos, un impotente almirante francés Pierre Charles Silvestre de Villeneuve barre a Nelson de atrás y le ocasiona una fractura terrible del talón de aquiles y también de los ligamentos cruzados internos. Es el final del partido y también de la carrera de Nelson. La desmoralización y la confusión fue general. Aunque, sin embargo, el 2° Jefe, Cuthbert Collingwood patea un fortísimo derechazo desde afuera del área, dando la seguridad final al equipo británico. Festeja señalando, corriendo y abrazando al lesionado Nelson que contempla agonizando de nervios y de dolor en el banco de suplentes.
Inglaterra logra así defender el título, pero el Almirante Nelson no logra levantar la copa dado que fallece por hemorragias internas en el Hospital del buque principal. Los compañeros y subordinados, emocionados y entristecidos hasta las lágrimas, no tienen otra idea que tratar de cumplir los sueños de retiro de semejante luchador:
Lo llevan a fumar a una plaza y le dejan ganar un partido de bochas (le mueven las manos y los pies para tal fin), luego lo llevan en andas por todos los bares de Londres, moviéndole los labios para que canten todos juntos para finalmente colocarlo en una parada de buses y elevarle las manos para que los "colectivos" londinenses frenen y así todos puedan despedir a Nelson con alegría.
Cuando el cuerpo ya estaba en vías de descomposición es lanzado al mar con todos los honores y con salvas de los cañones de todas las embarcaciones hermanas embanderadas con los colores británicos.
Así se despedían del Almirante Nelson, el mejor jugador marítimo del Siglo XVIII y XIX, y para muchos el mejor de todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario